Mientras descansa, iremos preparando las pizzeras o asaderas donde las hornearemos, aceitando la base. Encendemos el horno, el punto para una buena cocción es 200/220 ºC.
Vamos a la masa. Ya a estas alturas al hundir el dedo, notarán que la masa tiende a volver a su lugar. Está lista para estirar. Cortamos en cuatro partes iguales. Las hacemos un bollo y ponemos en cada pizzera. Cuando empiezan a “inflarse” las trabajamos con las manos haciendo que se estire cubriendo toda la base.
Previo a todo, será conveniente tener listo lo que vamos a utilizar en la preparación, para evitar pérdidas de tiempo. La salsa, puede ser preparada casera, comprada o algo express: yo hago una mezcla que queda bien y es rápida:
En un bowl ponemos el tomate triturado, una lata; sal y una pizca de azúcar, un chorro de aceite de oliva, orégano, pimienta y un puñado de ajo y perejil picado. Revolvemos y... ¡Voilà!
Con dicha salsa “pintamos” la masa, tres de ellas, una queda sin tomate. La “Fugazzeta es una base con cebolla: la cebolla en aros, se le añade sal, un chorritín de aceite, orégano y se esparce por la base antes de que leve.
Una vez que levaron... no antes —¡no querrán pasar papelones!—, al horno, solo hasta que se logre una masa cocida, pero no dorada, lo que se conoce como pre-pizza. Se saca y se le agregan los ingredientes que se deseen.
Les cuento como las preparamos nosotros:
Otros de los secretos, además de la masa, es el ingrediente que le ponemos al final, sobre la mozzarella. Una especie de salsa “chimichanga”, como le decimos en casa, que se prepara con aceite y especias: